Si estás considerando invertir en tu primer ETF y te sientes inseguro sobre cómo empezar, es esencial que abordes esta decisión con prudencia. Un ETF, al ser una cesta de acciones o bonos que cotiza en bolsa, ofrece diversificación automática y un alto grado de transparencia, lo cual permite al inversor conocer en tiempo real el valor de lo que hay dentro del fondo. Con comisiones generalmente bajas, entre un 0,15 % y un 0,3 % anual, los ETFs presentan una opción atractiva para quienes buscan conservar la rentabilidad sin verse afectados por altos costes.
Al seleccionar un ETF, es crucial considerar varios factores clave como el ratio de gastos totales (TER), el índice que replica el ETF y la antigüedad, volumen y liquidez del fondo. Además, es importante decidir entre ETFs de acumulación, que reinvierten automáticamente los dividendos, y los de distribución, que los ofrecen en efectivo. Esta elección puede influir significativamente en los objetivos de inversión a largo plazo o en la generación de ingresos periódicos.
En los últimos tiempos, han ganado popularidad los ETFs de gestión activa, donde un equipo gestor intenta superar el rendimiento de un índice específico. Aunque representan un segmento emergente en España, en EE.UU., la mayoría de los nuevos ETFs lanzados son de gestión activa, con nombres de peso en la industria como Amundi, JP Morgan o Pimco participando activamente en este mercado.
Por otra parte, en Europa se observa un creciente interés por los ETFs locales, con inversiones que superan los 39 000 millones de euros en productos europeos durante el presente año, un aumento considerable en comparación con el año anterior. Esto señala un deseo de diversificar las inversiones con un enfoque más regional y menos dependiente de EE.UU.
Por último, para quienes estén por elegir su primer ETF, es recomendable que se enfoquen en objetivos a largo plazo como la diversificación global y el bajo coste, asegurándose de que la inversión se alinee con su nivel de comodidad y expectativas. La clave está en no dejarse llevar por tendencias pasajeras y elegir basándose en criterios sólidos y bien fundamentados, lo que eventualmente permitirá al inversor sentirse seguro de que su inversión está bien gestionada.