Uno de los principios de la física reza que a toda acción corresponde una reacción igual y de sentido contrario que tiende a equilibrar los efectos de la primera. En este sentido, puede calificarse de normal que las empresas reaccionen ante cambios sociales, económicos o legislativos que les afecten, incluso que se anticipen a ellos preparando el terreno.
Pero, ¿cuál es el fin de estas reacciones que cualquier entidad debe tener en cuenta?. Debiera ser una oferta de buen servicio, en el caso de telefonía, al mejor precio orientado a los consumidores y, sin embargo, suele ser con demasiada frecuencia mejorar la cuenta de resultados a cualquier precio, y nunca mejor dicho.
Tras la aprobación de la necesaria ley para proteger los intereses de los consumidores que acabó por enterrar el redondeo, Movistar es la primera en poner sobre la mesa sus contramedidas consistentes en subir los precios relativos al establecimiento de llamada en un 25% y aquellas conversaciones que duren más de un minuto. El coste efectivo subirá por el simple hecho de que ya no pueden recaudar por no dar servicio, que era lo que ocurría en telefonía móvil, parkins y otras.
Esta es una reacción desmedida y abusiva que será imitada por sus competidores ya que las redes están en manos de unos pocos no corresponde con una economía de mercado ni mucho menos y las explicaciones que intentarán darnos no sirven para nada ni clarifican la realidad.
¿Qué opciones nos quedan a los consumidores?, la verdad es que muy pocas como no sea la autocontención, es decir, gastar menos hasta que haya empresas de verdad y con mayúsculas.
Vía: La Flecha.