Que nadie piense que soy contrario a la supresión de impuestos, entre cosas una medida así me evitaría trabajo y disgustos al dedircarme a hacer de intermediario entre quienes pagan y quien recauda. Sin embargo, creo que la imposición debe existir y cumplir su labor de compensación entre clases y contribuir al desarrollo social.
La historia impositiva nos demuestra cómo los tributos se han ido adecuando a los tiempos y a las necesidades de la sociedad mejorando cualitativamente pero no lo suficiente, eso hay que reconocerlo. Situaría, más bien, los problemas y desajustes más en el terreno de la política que en el meramente técnico, es decir, que muchas veces se prefiere transmitir la idea de que se bajan impuestos, aún no siendo cierto, cuando lo más conveniente sería explicar a qué dedicamos estos fondos que salen de todos pero que benefician a todos también.
Ya hace tiempo que el Impuesto de Sucesiones y Donaciones está condenado a desaparecer en muchas Comunidades Autónomas quedando como un recurso residual cuando no nulo. En principio parece acertado que deje de aplicarse un impuesto sobre un caudal monetario que, a su vez, ya habría padecido imposiciones mientras se generaba y que se veía afectado por el mero hecho de que cambiase de manos. El sentido de esta figura impositiva era meramente recaudatoria e invitaba, de facto, a buscar fórmulas para eludirla por lo que no es (o era) nada neutral.
Por otro lado, la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha abierto, no sé si en falso, el debate sobre la idoneidad de suprimir una de las figuras impositivas menos conocidas y que menos recaudación logra en España: el impuesto sobre el patrimonio. Ciertamente es una figura controvertida porque aunque tenga buenas pretensiones al final sólo grava a los mismos de siempre aunque ha tenido y tiene enorme utilidad al permitir cruzar datos y detectar fraudes de manera más efectiva. Esta última cualidad podría conservarse mediante una mera declaración informativa pero el impuesto en sí, caso de querer mantenerlo, necesita de reformas.
Las líneas de actuación deben ir encaminadas a mantener la información suministrada, que sea progresivo y grave de manera efectiva a las rentas altas y que deje fuera de su ámbito aquellos conceptos que ya han sufrido imposiciones durante su generación. La alternativa es suprimirlo totalmente y «volcar» estos vectores en el Impuesto sobre la Renta para mantener la recaudación, que nadie lo deje de lado, y para combatir el fraude fiscal.
Y, para acabar, no deja de ser curioso que las Autonomías quieran bajar impuestos al tiempo que piden más dinero para sus proyectos. O recortan prestaciones o aumentan sus ingresos mediante impuestos indirectos y tasas que perjudican a quien menos gana. Claro que también pueden decir que bajando los impuestos se aumenta la actividad y, en conjunto, se recauda más pero este es un tema que, de nuevo, trataremos en otra ocasión. Viven en el pasado.
Enlace: El País.