«Debemos celebrar el hecho de que existan los impuestos: sin ellos nos podemos tener libertad y seguridad contra la violencia«. Esta frase de Joaquín Estefanía en un artículo de opinión en El País me parece muy, muy acertada y resume en sí misma muchas más cosas que algo, en principio, tan obvio.
El problema tiene, a mi modo de ver, una doble vertiente. Cuál es el nivel óptimo de impuestos y cómo se canalizan los mensajes propicios a la rebaja impositiva. Vamos con lo segundo ya que parece estar de moda abrir la subasta de rebajas impositivas.
Cuando alguien tiene la osadía o simplemente la idea de poner en el punto de mira la imposición debe ser riguroso, me dá igual quién lo haga o cuando se haya o vaya a producir. Y en este sentido, debe dejar muy claro quién va a beneficiarse (y perjudicarse), cómo se va a realizar, cuándo va a tener lugar y de dónde se van a sacar los fondos para compensar la pérdida de recaudación, temporal o permanente, que se producirá (y eso es seguro).
No sólo nos jugamos la dignidad de nuestros impuestos, léase bienes y servicios que recibimos a cambio, sino que además estemos sometidos a cambios y vaivenes cada cierto tiempo al albur de promesas imprecisas. Y que, lo que ganamos con menos impuestos, lo paguemos con menos seguridad impositiva. Qué también es una pasta.
Enlace artículo: El País.