Al incauto economista le sorprende que una buena noticia, como es que Estados Unidos haya crecido más de lo esperado (0,9%) alejando el fantasma de la recesión, o que ésta si llega sea corta, sea percibida por los agentes como fuente de turbulencias o que ahonde las mismas. La conclusión a un buen dato macro debería ser de optimismo y reajuste pero se produce un vuelco hacia las tendencias desbocadas: el precio del petróleo se dispara y suben los temores a subidas de tipos.
Parece como si los mercados esperasen que en las actuales circunstancias fuese mejor tocar fondo que un comportamiento más pendular. Seguramente fuese «mejor» así, después del batacazo se podrían reordenar mejor los indicadores con la salvedad de que también esperaríamos que las vacas flacas durasen poco. Y a todo no se puede llegar.
Lo que sorprende también es que el vaivén de buenas-malas noticias, con más tendencia a las segundas claro está, lleva ya muchos meses sucediéndose y tiene pinta de prolongarse. Habrá que acostumbrarse o dejar de leer y escuchar análisis, cifras y predicciones. Allá cada cual.