Si hasta hace cuatro días eramos unos derrochones de tomo y lomo, no sólo monetariamente sino también en inputs como la energía o el agua potable, ahora somos tan ahorradores que parecemos unos agarrados. Pasada de frenada en suma. El nivel de ahorro de las familias alcanza el 23,7 % de su renta, casi nada.
Está más claro que el agua y no hace falta un master para achacar esta tendencia a las expectativas de los individuos, cuando se vislumbra negro el panorama mejor ahorrar por lo que pudiera pasar. El reverso de la moneda es que cuando la cosa pinta mejor también nos dejamos llevar por la tendencia contraria y gastamos como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente.
Quizá sea posible entonces convenir en que no son las expectativas racionales las que explican estos comportamientos sino las irracionales. Y en ello tiene mucho que ver cómo se pinte el panorama. Para que luego digan que no hay que inyectar optimismo.
Foto Aitor Escauriaza