No se necesita ser un genio en economía para rastrear las causas de la debacle económica y situar entre los responsables al sector de la construcción y el negocio inmobiliario. Ese dúo que se ha dado en llamar “el ladrillo”.
Hacia 2007, era evidente que la burbuja inmobiliaria estaba por reventar. El negocio no se veía por ninguna parte: hacia 2009 el stock de casas nuevas sin vender ascendía a 700.000. Sin embargo, lejos de abatirse los precios, es común que muchas familias en problemas financieros se encuentren con casas que no valen lo que pagaron por ellas, y cuya venta no resuelve, ni lejanamente, la deuda que contrajeron. Las subidas y bajadas del euribor (referente de la mayorías de las hipotecas) no ayudó a aclarar el panorama.
Este paisaje era evidente para todos, excepto para los bancos.
Ya se pueden seguir quejando las Pymes y los autónomos (portenciales creadores de la más de la mitad de los empleos que España necesita) acerca de la forma en que los bancos han cerrado los grifos de la financiación. En cambio, el ladrillo puede seguir sentado a la mesa del banquete.
Y es que a pesar de que la crisis inmobiliaria es responsable de más de un 70% del paro creado en los últimos 2 años, la banca le destinó en el 2009 más de un 60% de los créditos, según anota un reciente informe de FUNCAS.
La morosidad del sector se eleva a más del 10%.
¿A qué juegan los bancos?