A la hora de adentrarse en el proceso de compra de una vivienda, surge inevitablemente la pregunta sobre qué porcentaje del salario mensual se debería destinar al pago de la hipoteca. Esta cuestión, de naturaleza tanto común como esencial, tiene en vilo a potenciales compradores preocupados por el equilibrio de sus finanzas a largo plazo. La respuesta de los expertos a esta interrogante es unánime y precisa: no más del 30% de los ingresos netos mensuales debe ir destinado a la cuota hipotecaria.
Este porcentaje, lejos de ser arbitrario, se establece con el fin de prevenir el denominado estrés financiero, situación en la cual los individuos enfrentan dificultades para hacer frente a gastos esenciales, tales como alimento, transporte o el pago de facturas, debido al excesivo compromiso financiero vinculado a la propiedad de la vivienda. Además, este umbral busca garantizar que los propietarios tengan la capacidad de asumir otros costes asociados al inmueble, tales como mantenimiento, reparaciones e impuestos, sin que ello suponga un sacrificio insostenible.
El cálculo del 30% sobre los ingresos netos se presenta como un ejercicio sencillo pero revelador: sumando todas las fuentes de ingreso neto mensual y aplicándoles el porcentaje mencionado. Por ejemplo, en un hogar con ingresos netos de 2.000 euros mensuales, el monto destinado a la hipoteca no debería superar los 600 euros. Se sugiere que, en caso de que la cuota hipotecaria exceda este límite, se reconsideren las condiciones del préstamo.
Ajustarse a esta recomendación no solo facilitará la gestión de los pagos hipotecarios, sino que también contribuirá a una vida financiera más equilibrada y menos sujeta a imprevistos. Los expertos enfatizan en la importancia de mantenerse en este margen para evitar asumir compromisos financieros que, con el tiempo, puedan resultar excesivos o insostenibles.