China desafía la presión arancelaria de EE.UU. y refuerza sus alianzas estratégicas

Pekín responde con firmeza al proteccionismo de Washington y apuesta por una nueva geografía del comercio global

En un contexto de tensiones comerciales crecientes, China ha lanzado una clara señal de resistencia frente a los recientes aranceles impuestos por Estados Unidos. La estrategia de Pekín no solo contempla represalias puntuales, sino una respuesta estructural que pasa por diversificar mercados, fortalecer alianzas multilaterales y consolidar su autonomía frente a las presiones externas.

Reacción firme ante la ofensiva estadounidense

La última batería de aranceles anunciada por la administración estadounidense ha sido recibida por China con una mezcla de contundencia retórica y pragmatismo económico. Lejos de retroceder, Pekín ha respondido con medidas espejo que afectan a bienes clave estadounidenses, sin cerrar la puerta a futuras represalias.

Sin embargo, más allá de los titulares, el impacto macroeconómico de estas sanciones mutuas es, según los expertos, más simbólico que sustancial. Las exportaciones chinas a EE.UU. representan en torno al 2% del PIB del país asiático. Si bien no son despreciables, no constituyen un riesgo sistémico. Por su parte, las empresas norteamericanas también sufren consecuencias, especialmente en sectores agrícolas e industriales dependientes del mercado chino.

El gobierno chino ha hecho de la resistencia un mensaje central. La portavoz del Ministerio de Exteriores, Mao Ning, evocó incluso referencias históricas al conflicto de Corea, recordando que China «no se somete a la intimidación» y que está preparada para mantener su posición «el tiempo que sea necesario».

Una estrategia de diversificación acelerada

Frente a la incertidumbre que genera el proteccionismo estadounidense, Pekín ha acelerado sus esfuerzos por rediseñar su mapa comercial. En los últimos días, el presidente Xi Jinping ha intensificado su diplomacia económica con Europa y Asia-Pacífico.

Durante la visita del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ambas partes subrayaron la necesidad de impulsar una relación comercial basada en el respeto mutuo y el rechazo a las prácticas unilaterales. Además, China y la Unión Europea negocian un acuerdo orientado a evitar tensiones en sectores sensibles como el automotriz, abordando la posibilidad de establecer precios mínimos para los coches eléctricos chinos exportados al mercado europeo.

En paralelo, Xi Jinping tiene previsto visitar países estratégicos del sudeste asiático, como Malasia, Vietnam y Camboya, con el objetivo de consolidar acuerdos bilaterales que contrarresten el peso del mercado estadounidense. A esto se suman conversaciones avanzadas con India, Sudáfrica y Arabia Saudita, dentro de un marco de creciente cooperación Sur-Sur y del fortalecimiento del grupo BRICS.

Más que comercio: una batalla de legitimidades

Los analistas coinciden en que, más allá de los flujos comerciales, lo que está en juego es una batalla de narrativas. Mientras que el presidente Joe Biden mantiene ciertas políticas arancelarias heredadas de la era Trump en un intento por proteger sectores estratégicos y reforzar su imagen de firmeza ante el electorado, China busca proyectarse como una potencia estable, fiable y resistente al unilateralismo occidental.

No obstante, Pekín también es consciente de sus vulnerabilidades. La economía china enfrenta desafíos internos significativos, como la crisis del sector inmobiliario, la elevada deuda regional y un preocupante repunte del desempleo juvenil. En este contexto, una escalada prolongada podría agudizar los riesgos financieros y las tensiones sociales.

Por ello, la estrategia china parece orientarse hacia una respuesta firme pero dosificada, evitando una guerra económica a gran escala, al tiempo que construye nuevas redes de colaboración que reduzcan su exposición a mercados potencialmente hostiles.

Perspectivas para inversores y empresas globales

Para los actores económicos internacionales, este nuevo equilibrio ofrece oportunidades y riesgos. La fragmentación del comercio global podría dar paso a cadenas de suministro más regionalizadas y a la emergencia de nuevos centros de producción y consumo. En ese marco, las empresas con presencia en Asia deberán adaptarse a un entorno geopolítico más volátil, pero también más plural.

Mientras tanto, China reafirma su voluntad de mantener un papel activo en la economía mundial, aunque bajo sus propios términos. Como subrayó Mao Ning en su última comparecencia: “Somos chinos. No tenemos miedo. No retrocederemos”. Un mensaje que, más allá de su carga simbólica, condensa una estrategia de fondo: resistir, reposicionarse y redefinir las reglas del juego comercial global.

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