Pekín adopta una estrategia silenciosa de desinversión mientras crece el temor a sanciones similares a las impuestas a Rusia
China continúa reduciendo de forma paulatina su cartera de deuda del Tesoro estadounidense, una tendencia que comenzó hace más de una década y que se ha intensificado en los últimos años. A fecha del 28 de febrero de 2025, el país asiático mantenía bonos del Tesoro por valor de 784.300 millones de dólares, una cifra que representa un descenso de más del 40 % respecto a los máximos alcanzados en 2014, cuando rozó los 1,3 billones de dólares.
Este proceso, más que una respuesta táctica ante las tensiones comerciales con Estados Unidos, parece responder a un replanteamiento estratégico del papel del dólar y de los activos estadounidenses en las reservas internacionales chinas. Así lo han señalado diversos expertos, que apuntan a un temor creciente por parte de Pekín a posibles sanciones como las que sufrió Rusia tras la invasión de Ucrania en 2022.
Un desacoplamiento estructural, no coyuntural
Aunque en momentos clave —como la elección de Donald Trump en 2016 o su regreso en noviembre de 2024— se ha especulado con posibles movimientos agresivos por parte de China, los datos demuestran que la desinversión ha sido gradual y sostenida, sin episodios de ventas masivas que pudieran desestabilizar el mercado.
Desde el estallido del conflicto en Ucrania en febrero de 2022, la caída se ha acelerado: en solo tres años, China ha reducido su exposición a estos bonos un 23,7 %, un ritmo superior al registrado en los ocho años anteriores. El cambio parece tener más que ver con la búsqueda de una mayor resiliencia financiera que con una reacción geopolítica concreta.
La sombra de las sanciones como motor de cambio
Una de las principales motivaciones de este repliegue, según analistas y exfuncionarios del Gobierno chino como Yu Yongding, es el riesgo de que Washington congele activos financieros en caso de conflicto abierto. La experiencia de Rusia, cuyas reservas en dólares quedaron en gran parte inaccesibles tras las sanciones occidentales, ha sido interpretada como una advertencia directa para otros grandes tenedores de deuda estadounidense.
Tal como apuntan informes de la Universidad de Tsinghua y del propio Consejo de Estado chino, el control del sistema financiero global por parte de Occidente, con el dólar como eje, representa una vulnerabilidad estratégica que Pekín no está dispuesto a seguir asumiendo sin diversificación.
Una cartera cada vez más diversificada
El repliegue de China no se limita a los bonos del Tesoro a largo plazo. La nueva estrategia de reservas apuesta por una diversificación progresiva, con un aumento notable en la inversión en bonos de agencias como Fannie Mae y Freddie Mac, cuya tenencia se mantiene en torno a los 230.000 millones de dólares.
También crece la participación en deuda de corto plazo, que ha pasado de 10.000 millones en 2022 a 60.000 millones en 2025. Y fuera del sistema estadounidense, el oro ha ganado peso en las reservas del banco central chino, superando recientemente las 2.300 toneladas, según datos del Consejo Mundial del Oro.
¿Está en riesgo la hegemonía del dólar?
Aunque Estados Unidos sigue siendo el mayor emisor de deuda pública del mundo y su mercado de bonos continúa atrayendo capitales globales, el caso chino refleja una pérdida de atractivo progresiva como activo refugio tradicional. La politización de las finanzas y el uso de sanciones económicas como herramienta de presión han abierto un debate global sobre la necesidad de una mayor multipolaridad financiera.
No obstante, a pesar de esta tendencia, China aún mantiene en torno a 1,5 billones de dólares en activos denominados en dólares —alrededor del 45 % de sus reservas internacionales—, lo que muestra que el proceso de desacoplamiento, si bien en marcha, será lento y medido, evitando disrupciones en el sistema global.
Conclusión
China no ha declarado la guerra financiera a Estados Unidos, pero su política de reducción paulatina de deuda del Tesoro norteamericano es un mensaje claro: quiere minimizar riesgos en un escenario internacional cada vez más volátil. Lejos de gestos abruptos, la estrategia es de contención, diversificación y autonomía, en un mundo donde la economía se entrelaza de forma cada vez más estrecha con la geopolítica.
vía: El Economista