Recibir una herencia no siempre trae consigo una buena noticia. En efecto, puede ser una fuente de problemas, especialmente cuando señala deudas o gravosos impuestos a saldar. La prudencia sugiere tomar un tiempo para analizar minuciosamente los pros y contras antes de aceptar la herencia. Esta precaución puede ser determinante para evitar pérdidas mayores en lugar de obtener alguna ganancia.
Al conocerse heredero, urgen tres documentos esenciales para cualquier trámite: el certificado de defunción, el certificado de últimas voluntades —que revela la existencia de un testamento y su notario— y el certificado de seguros, que podría descubrir pólizas beneficiosas desconocidas hasta el momento. Dicha documentación revelará la verdadera composición de la herencia, haciendo evidentes no solo los bienes sino también las posibles deudas adheridas, donde el beneficio de inventario emerge como una opción estratégica para evitar futuros descalabros financieros.
Aceptación íntegra de la herencia, aceptación a beneficio de inventario o renuncia son las opciones frente a quien se vea en posición de heredar. Elegir adecuadamente es crucial, pues las deudas podrían terminar siendo un lastre personal si no se opta por la protección que brinda el beneficio de inventario, o más drásticamente, si la balanza se inclina más hacia las deudas que hacia los beneficios, se podría considerar renunciar a la herencia.
El aspecto fiscal involucra otro nivel de consideración con el Impuesto de Sucesiones y Donaciones. Esta carga tributaria varía significativamente entre comunidades autónomas, representando en algunos casos un compromiso económico considerable. Con un plazo de seis meses para su liquidación, prorrogable por otro semestre, y sumando la posible obligación de cubrir la plusvalía municipal en caso de bienes inmuebles, la planificación financiera cobra máxima importancia.
Por tanto, se recomienda encarecidamente no precipitarse en las decisiones, contar con el asesoramiento de profesionales en derecho y finanzas, dialogar con los demás herederos para consensuar acciones, y sobre todo, prever las implicancias futuras para los legatarios. Una gestión prudente y bien informada es la clave para que una herencia no se transforme en un problema, sino que, por el contrario, pueda representar un beneficio real para sus destinatarios.