Todo comienza con una idea inicial; sin embargo, si se quiere transformar esta visión en una empresa en tan solo 90 días, el primer paso esencial es definir claramente qué problema se resolverá, a quién se beneficiará con la solución y por qué la elección recaerá en esta nueva oferta en particular. La claridad en estos puntos guiará cada decisión subsiguiente, marcando la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Desde el comienzo, es crucial moverse con rapidez: se debe elegir un nombre provisional, definir la propuesta de valor y el público objetivo, además de considerar la forma legal más conveniente. En España, la nueva Ley de Startups emerge como un factor determinante, ofreciendo a las nuevas empresas innovadoras, con menos de cinco años de existencia, una serie de ayudas y ventajas fiscales significativas. Mientras se toman estas decisiones preliminares, es fundamental avanzar en aspectos básicos como el registro del nombre en el Registro Mercantil, la apertura de una cuenta bancaria para la sociedad y la redacción de estatutos sencillos, sin dejar de lado la importancia de salir a validar la idea con potenciales clientes y recabar sus opiniones.
Al alcanzar el día 30 o 45, se espera que la empresa ya esté constituida formalmente y que disponga de un producto mínimo viable (MVP) que pueda ser enseñado, probado y perfeccionado. Esta etapa también implica la tarea de organizar un equipo básico y comenzar la búsqueda activa de los primeros clientes o usuarios. Se subraya la importancia de no demorar el lanzamiento del MVP ya que sólo a través de su prueba y ajuste es posible avanzar. Asimismo, es imperativo estar alerta a los resultados iniciales; si pasados 60 días no se observan los resultados deseados, podría ser necesario reconsiderar la estrategia adoptada.
Finalmente, tras 90 días de trabajo intensivo, el objetivo es haber establecido tres pilares fundamentales: una empresa legalmente constituida, un producto probado en el mercado y un plan de financiación o crecimiento definido. Superar el inicialismo y el perfeccionismo paralizante, enfocarse en la innovación y mantener un ritmo de trabajo constante son clave para transformar una simple idea en una empresa real.
Los primeros tres meses en la vida de una startup son decisivos para asentar las bases, definir con precisión el propósito del proyecto, validar la idea con premura, establecer la estructura legal mínima y lanzar un producto tangible. Con el enfoque y la dedicación adecuados, al cabo de este período inicial es posible mirar atrás y afirmar con confianza: “ya no sólo tengo una idea, tengo una empresa”.








