El ahora ex vicepresidente económico, Pedro Solbes, parecía el hombre idóneo para enfrentar la debacle: se había a uno de los momentos más graves de la economía en 1993.
Desgraciadamente, para él y para nosotros, en esta ocasión, la desaceleración económica, el parón, la bajada (no diremos «crisis» en su honor) le quedó grande.
Ahí nos dejo para la posteridad su enigmática frase de despedida después de la ceremonia de traspaso de poder que benefició a Elena Salgado como nueva Ministra de Economía. Tras sorprendernos con su petición de perdón por los errores cometidos, broméo (él, tan correcto con el uso de las palabras) con los periodistas y les aconsejó: Ustedes sigan divirtiéndose, porque aquí hay tela para rato.
Un epílogo misterioso para el último trecho de una administración que de caracterizó por la tibieza semántica (Solbes siempre pareció convencido de que de no nombrarlos los demonios de la recesión y el paro de irían por la puerta trasera) y en los actos: todavía hasta febrero pasado fue incapaz de apuntar las baterías a los bancos y las Cajas y señalar su responsabilidad en la contracción del crédito y el consumo. Apenas y lanzó algunos reproches por el descenso en la concesión de créditos a Pymes y familias, pero no impulsó medidas efectivas para revertirlo: el fracaso de la moratoria hipotecaria para parados fue espectacular (no más de 30 familias habían logrado el beneficio a finales de marzo).
Elena Salgado ya ha salido a sacudirse la sombra y los modales de su antecesor, y ha lanzado la velada advertencia a la banca: «tiene que contribuir con rigor, pero también con prontitud, a ayudar a superar las dificultades que tienen las familias, los autónomos, las pequeñas y medianas empresas».
Nosotros, seguiremos sintonizados…