En abril de 2015 falleció François Michelin (ver sus libros), el hombre que lideró durante más de medio siglo una de las empresas más emblemáticas del mundo: Michelin, el gigante de los neumáticos. Sin embargo, más allá de su papel como empresario, dejó una huella profunda por su forma única de entender la responsabilidad empresarial, el liderazgo y la dignidad del trabajo humano.
Michelin solía decir que se dedicaba a algo “tan sucio y feo como los neumáticos de caucho”. Esa afirmación irónica esconde la grandeza de un hombre que convirtió un producto industrial en símbolo de innovación, excelencia y respeto por las personas. En su libro “Empresa y responsabilidad”, escrito en forma de conversación con los periodistas franceses Ivan Levaï e Yves Messarovitch, François Michelin reflexiona sin tapujos sobre el papel del empresario, el trabajo, la fe y el compromiso social.
El jefe que escucha y pregunta
Uno de los pasajes más lúcidos del libro afirma:
“Los jefes generalmente son tímidos, tímidos porque no tienen el valor de decir que no saben. En la medida en que se les ayuda a salir de esa timidez, si están atentos y escuchan a las personas que trabajan alrededor de él, si se preguntan cosas juntos (cómo podemos mejorar las cosas), eso les permite ver más claro y sus decisiones son más acertadas. El papel esencial del jefe es, antes de dar una orden, primero entender la meta que hay que alcanzar y, en segundo lugar, ver si la persona a la cual le confiamos el trabajo es capaz de hacerlo.”
Para Michelin, el liderazgo no se construye desde la imposición, sino desde la escucha, la humildad y la confianza. Un jefe no puede actuar como si lo supiera todo. Por el contrario, debe aceptar sus límites y aprender a preguntar. Solo así podrá tomar decisiones verdaderamente acertadas y construir equipos sólidos.
Trabajo con sentido
En sus conversaciones, Michelin lanza una idea poderosa: o el trabajo sirve para construir a la persona, o se convierte en un lugar de violencia y frustración. La empresa no debe ser solo un instrumento de producción, sino una comunidad de personas donde se desarrollen capacidades, se reconozca el esfuerzo y se compartan objetivos.
Su visión no es idealista: habla también de decisiones difíciles, de errores, de conflictos, pero siempre desde una convicción ética profunda. Para él, ser empresario no era incompatible con ser cristiano, sino una manera concreta de vivir su fe. Cuando le preguntaban si era posible conciliar empresa y cristianismo, respondía con sencillez: “¿Y por qué no?”
Más allá del beneficio
François Michelin dirigió la empresa entre 1955 y 1999, llevando la marca a una expansión global y siendo pionero en innovación técnica, seguridad vial y respeto por el medio ambiente. Pero nunca separó los resultados económicos de la responsabilidad humana. Apostó por la formación interna, el crecimiento a largo plazo y la autonomía de los trabajadores.
Su liderazgo era austero y exigente, pero profundamente humano. No creía en los discursos motivacionales vacíos, sino en el trabajo bien hecho, el diálogo continuo y el valor de cada persona dentro de la empresa.
Un testimonio actual
En una época en que muchas veces se cuestiona el rol social de las empresas, el testimonio de François Michelin sigue siendo una referencia ética y práctica. Su libro “Empresa y responsabilidad” no es solo una memoria empresarial, sino una guía para quienes desean liderar con coherencia, valentía y visión.
Hoy, a diez años de su fallecimiento, vale la pena recordar su ejemplo. Porque, como él mismo dijo, incluso en algo tan “sucio” como los neumáticos, puede haber belleza cuando el trabajo se hace con dignidad, con sentido y con respeto por los demás.
Empresa y responsabilidad
François Michelin en conversación con Ivan Levaï e Yves Messarovitch
Editorial: Ediciones Encuentro (2009)
160 páginas – ISBN: 978-84-7490-967-8