Durante las últimas semanas se ha desatado una “guerra del pasivo” entre entidades bancarias, que básicamente consiste en una dura competencia para captar depósitos de clientes de otras entidades. Esto se traduce en productos financieros que ofrecen rentabilidades de hasta el 4%.
Teniendo en cuenta que tenemos una inflación que no llega al 2% y que estamos pagando hipotecas que no suelen llegar al 3%, para los que disponen de liquidez, esta “guerra” es una gran noticia. Pero lo cierto es que también es una importante anomalía del sistema financiero español, que necesariamente ha de ser transitoria.
Para aquellos ciudadanos o entidades, que tienen como objetivo rentabilizar al máximo su patrimonio líquido, la situación es ideal. Pero para la economía en general, este tipo de depósitos desincentivan claramente la realización de inversiones productivas. Tener el dinero “parado” en el banco, ya no da un interés ridículo, sino que proporciona una rentabilidad considerable y segura, que no resulta tan fácil ser superada por la realización de otro tipo de inversiones.
La otra vertiente del asunto, la constituye el hecho de que esta anomalía sea realmente un síntoma de los graves desajustes del sistema financiero español, que todavía podrían estar por aflorar. Se trataría de enmascarar una situación financiera insostenible, aplazando en el tiempo, el derrumbe de algunas entidades, de forma que no serían las primeras en ser intervenidas por el Banco de España.
Es de esperar que esta última teoría carezca de fundamento, pero lo desconcertante de la situación actual, le da cierto grado de verosimilitud.