Como los habitantes cubiertos por la lava de Pompeya, el reloj de pulsera detenido a la hora en que cayó la bomba sobre Iroshima o el último mensaje garabateado en la oscuridad por un marino del Kurks, así irradían una sombría y aterradora belleza estas oficinas para siempre capturadas en ese momento en que sus vidas se detuvieron: la bancarrota.
Un vaso de plástico arrugado sobre la mesa de juntas vacía, los libros de cuentas en una cordillera tan colorida como inútil, una bandera amarillenta flanqueando el paso a un cubículo abandonado, percheras vacías, un calcetin blanco sobre la alfombra, los cables amarillos que entran y salen de bajo los escritorios sin telefonos ni ordenadores, una fila de teléfonos silenciosos, atados con sus propios cables…
La serie de Phillip Toledano, fotógrafo inglés, recoge (según sus propias palabras) más arqueología que fotografía, y las presentamos aquí porque nos parece que encarnan la más desoladora pesadilla de un emprendedor: la oficina tras el golpe decisivo, o lo que queda de los sueños cuando los sueños se van.
Dudamos muchos que los otrora ocupantes de estas oficinas valoren la mirada de Toledano, pero no podemos dejar de maravillarnos que desastre y sueños estén construidos, en el fondo, con los mismos materiales.
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