En el mundo empresarial, especialmente en operaciones de compraventa de compañías (M&A), entender la diferencia entre liquidez y solvencia es fundamental para evitar riesgos y tomar decisiones acertadas. Aunque ambos términos están relacionados con la capacidad financiera de una organización, sus enfoques son distintos y complementarios.
¿Qué es la liquidez?
La liquidez mide la capacidad de una empresa para hacer frente a sus obligaciones a corto plazo. En otras palabras, representa la disponibilidad inmediata de efectivo o activos líquidos para cubrir pagos a proveedores, nóminas y otras necesidades inmediatas.
Los principales indicadores de liquidez son:
- Ratio de liquidez: Relación entre activos corrientes y pasivos corrientes.
- Prueba ácida: Relación entre activos corrientes menos inventario y pasivos corrientes.
- Ciclo de conversión de efectivo: Días de inventario + días de cuentas por cobrar – días de cuentas por pagar.
- Capital de trabajo: Diferencia entre activos corrientes y pasivos corrientes.
¿Qué es la solvencia?
La solvencia, por su parte, mide la capacidad de una empresa para cumplir con sus obligaciones financieras a largo plazo. Está relacionada con la estabilidad financiera general y la capacidad de asumir deudas y compromisos futuros sin poner en riesgo la continuidad del negocio.
Entre los indicadores clave de solvencia destacan:
- Ratio de solvencia: Activos totales dividido entre pasivos totales.
- Ratio de apalancamiento: Relación entre deuda total y patrimonio neto.
- Cobertura de intereses: Relación entre el beneficio antes de intereses e impuestos (EBIT) y los gastos financieros.
¿Se puede tener solvencia sin liquidez?
Sí. Es posible que una empresa disponga de activos valiosos como propiedades, maquinaria o patentes (lo que refleja solvencia), pero tenga poco dinero en caja, dificultando el pago inmediato a proveedores o empleados.
¿Se puede tener liquidez sin ser solvente?
También es posible. Una empresa puede haber recibido un préstamo considerable y tener dinero disponible (alta liquidez), pero si sus deudas superan el valor de sus activos, su sostenibilidad financiera a largo plazo estará comprometida.
¿Por qué es importante analizar ambas en una operación de M&A?
Las empresas con baja liquidez pueden tener dificultades para operar en el corto plazo y requerir financiación externa, lo que afecta su atractivo para los compradores. Por otro lado, una empresa con baja solvencia puede ser percibida como una inversión arriesgada debido a su alto endeudamiento y falta de estabilidad.
Por tanto, en una compraventa, es vital que el vendedor evalúe la liquidez y la solvencia del comprador, para evitar cerrar acuerdos con pagos aplazados o «earn-outs» que nunca se cobrarán. El proceso conocido como due diligence no solo debe ser realizado por el comprador sobre el vendedor, sino también a la inversa. Como bromea Joshua Novick, autor de la infografía: «Si no existe el término contra-due, me lo acabo de inventar y quiero cobrar derechos cada vez que alguien lo utilice».
En definitiva, mientras la liquidez se centra en la capacidad de pago inmediato, la solvencia pone el foco en la sostenibilidad financiera a largo plazo. Ambos conceptos son esenciales para garantizar el éxito y la estabilidad de cualquier operación empresarial.
