Este viernes, en la sala de reuniones del Consejo Europeo de Bruselas se mostró como Europa se encuentra ahora mismo en un descontrol de dudas y preocupación por una posible tercera recesión. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se dirigió a los 28 países angustiados por la situación, y les pidió un ejercicio de colaboración con Europa, que en vez de pensar en que hará la Unión por ellos, piensen «más en qué pueden hacer ellos por Europa».
Además se avista una rebelión de las grandes potencias, como Reino Unido, Italia y Francia, que se niegan a hacer más contribuciones a las arcas de la Unión y planean llevar a cabo una modificación de sus Presupuestos para 2015. El BCE, pidió que los países que no disponen de margen fiscal continúen con las reformas estructurales, con el fin de mejorar la situación del propio país y de la Unión.
Aunque también solicitó que los estados que sí disponen de margen fiscal se planteen estimular su demanda en el entorno actual, con el fin de evitar por todos los medios posibles, la temida «tercera recesión». Lo cierto es que la situación entre el BCE, con Draghi a la cabeza, y Alemania está cada vez más distante, ya que esta petición última, aunque ninguna de las partes lo admite, va totalmente dirigida a Angela Merkel. Cada día que pasa parece que hay más tensión entre los países de la Unión Europea, y el consenso parece más difícil.
De hecho no es sólo con Alemania, ya que algunos países, sobre todo los más poderosos, están ya cansados de las exigencias de Draghi y del BCE, y están empezando a tomar decisiones por cuenta propia. Es el caso del presidente francés, François Hollande, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, que ya han dejado más que claro, que no tienen intención de tocar sus planes para el año próximo, pese a la advertencia formal que la Comisión les ha enviado. Incluso el primer ministro inglés David Cameron, ya avisó en la cumbre, que no va a pagar los 2.100 millones de euros que Bruselas acaba de reclamarle.
Lo cierto es que las exigencias son muchas y difíciles de afrontar, a veces abusivas incluso, pero igual de cierto es que si cada país empieza a decidir por su cuenta que puede hacer acatar y que no, el concepto de la Unión Europea pierde todo el sentido que tenía.