Cada vez que se publican datos sobre una baja en el desempleo, es común sentir un optimismo inicial. Sin embargo, una disminución en el número de personas registradas como desempleadas no siempre se traduce en un incremento del empleo estable. De hecho, detrás de estas cifras a menudo se encuentra una realidad menos visible y más compleja: la rotación constante de trabajadores. En España, el mercado laboral se caracteriza por un alto volumen de contratos que se firman y terminan en cortos períodos de tiempo, lo que lleva a un ciclo de entrada y salida frecuente del empleo.
Este fenómeno de alta rotación laboral evidencia que, a pesar de la disminución del paro, el mercado de trabajo se sostiene mediante cambios continuos en la plantilla. Muchos de estos contratos son de corta duración, parciales o responden a necesidades específicas por campañas o picos de trabajo, lo que deja en las personas una sensación persistente de inestabilidad. Incluso los contratos indefinidos no son garantía de estabilidad real debido a jornadas reducidas, horarios cambiantes y periodos de inactividad.
La situación se agrava en sectores como la hostelería, turismo, comercio y servicios, donde la estabilidad laboral es especialmente difícil de lograr debido a la naturaleza estacional o de proyecto de muchas de sus actividades. Esto contribuye a una sensación de precariedad, pese a las mejoras en las cifras oficiales de empleo. La realidad diaria de muchos trabajadores es de inseguridad y dificultad para planificar a largo plazo, afectando significativamente su calidad de vida.
Es crucial, por tanto, adoptar una mirada crítica hacia los datos del paro, entendiendo que la calidad y continuidad del empleo son aspectos fundamentales para la verdadera tranquilidad económica y personal. El desafío reside en conseguir que la caída en el desempleo se acompañe de la creación de empleo estable que permita a los trabajadores construir sus vidas sin temor a la incertidumbre del mañana.









