Podría escribir este artículo como han hecho otros colegas en plan «cómo va el país que hasta El Corte Inglés no gana lo suficiente porque todo se desmorona» o podría hacerlo como creo que se debe aunque me equivoque, que para eso estáis vosotros y afearmelo como creais conveniente. Como tengo tiempo y ganas voy a hacerlo de la segunda manera y que salga el sol por donde quiera.
El Corte Inglés ha mantenido su beneficio en un 53% lo que va a dar de sí lo suficiente como para que los dueños se repartan sus buenos 28 millones de euros, casi nada para como anda el patio. También cabe reseñar que el grupo mantiene sus planes de expansión con la apertura de nuevos centros lo que choca con que quieran vender la moto de que van a mantener el empleo como algo bueno. Si la plantilla va a ser la misma pero repartida en más lugares entonces el ratio por unidad disminuye, ergo menos empleo relativo. No es lo mismo información que opinión pero parece como si en ese artículo de El País cuyo enlace suministramos se hubiese colado muy convenientemente la nota de prensa en lugar del trabajo del becario de turno. Un caramelo para tontos de consumo interno.
Más allá de consideraciones diversas sobre la desinformación empresarial y financiera, cosa merecedora de un libro que podemos escribir entre varios (se admiten adhesiones), el problema de El Corte Inglés desde la distancia es que el modelo de negocio imperante debe cambiar para no sucumbir dando gracias a los cielos de que no tenga un ápice de competencia dado el extraño y casual reparto geográfico de las tres principales marcas europeas que no quieren molestarse porque entre bomberos no se pisa la manguera.
Vender por vender y así acumular incrementos sin calidad suele traer impagos, una estructura piramidal de mando sin reconocimiento de méritos suele influir negativamente en la productividad, crecer hacia afuera no es sinónimo de mantener la eficiencia y así sucesivamente. Si El Corte Inglés tiene problemas se debe a su modelo de negocio y orientación estratégica muy pegada al ciclo económico y con escasa flexibilidad operativa, administrativa y de personal.
Y, después, si quereis convertimos a esta empresa en termómetro pero sin caramelos envenenados.
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Foto | roberto garcia