Que el gobierno prometa por anticipado que frente a la crisis no aplicará recetas «clásicas» basadas en el recorte de prestaciones para afrontar la crisis parece una buena noticia. Al menos demuestra que el ejecutivo no se fija en lo «fácil» primero sino que asume que no debe desprotegerse a los débiles cuando vienen mal dadas.
Es un pensamiento sencillo, sin duda, porque admite muchos matices pero no deja de ser tranquilizador por lo menos mientras la tormenta no se convierta en huracán.
Tampoco se me escapa que la principal intencionalidad de manifestarlo tan pronto y tan claro es principalmente política ya que intenta buscar la llamada «paz social» o dicho de otro modo que los sindicatos no se reboten.
Ahora bien, cuando la inflación sigue a galope tendido se aproxima el problema de las revisiones salariales que amenaza con trasladar el IPC a los costes empresariales, junto a los márgenes comerciales y los beneficios no lo olvidemos, con lo que la espiral de precios puede hacerse estructural y no subyacente.
Como todo hasta ahora, iremos pasito a paso, turbulencia a turbulencia.