Generalmente, el titular suele ir a la inversa, es decir, se manifiesta que cae el paro cuantificando despúes el nivel de variación y valorando posteriormente la incidencia del dato. Todo depende del color con el que se mira.
Lo cierto es que hay menos parados en un momento de gran presión demográfica proviniente de la inmigración y con una fuerte pujanza de la incorporación de la mujer al mercado laboral. Y, de por sí, las cifras son malas o menos buenas al situarse lejos de la media, unos 14.000 por 7.362 desempleados menos en el mes de junio.
No obstante, existen buenos indicadores intrínsecos como que el descenso del paro afecta igualmente a hombres y mujeres, que aumentan los contratos indefinidos y que los sectores pujantes de la economía, en el sentido de que aportan mayor valor añadido, como son la industria y los servicios siguen creando trabajo.
Aún así, ya sea con visión optimista o pesimista, debemos prestar atención al reverso de la moneda que no es otra cosa que los sueldos percibidos por los que se incorporan al mercado. Crear poco empleo y mal pagado sería una combinación desastrosa a medio plazo.
Vía: Cinco Días.