China y el oriente padecen una inflación record: 8,7% en febrero pasado, la mayor tasa en más de diez años. Un índice que rebasa incluso las expectativas de los economistas más pesimistas. Mientras el PIB aumento en un 18,2%, los precios de la canasta básica (que incluye cerdo y vegetales en su mayor parte) aumento en un 23,3% su precio, y está fuera del alcance del grueso de la población. La Asamblea Nacional del Pueblo ha proclamado a la inflación como el «gran enemigo del pueblo».
Toda esta dramática realidad ha pasado desapercibida para analistas y economistas occidentales con los ojos puertos en la crisis subprime estadounidense. Lo cierto es que de no revertirse esta tendencia, nuestras economías pueden verse asfixiadas por dos frentes en declive: el de la crisis hipotecaria americana y el de la gripe asiática, que ya se extiende por los países de la región.
La India ya sufre una tasa inflacionaria del 5,02% y en Vietnam el precio del cerdo (que se ha disparado por toda la región en más de un 60%) ha multiplicado las ventas de un producto olvidado, al que hace años no se recurría: la carne de rata. Las verduras y el aceite, pilares de la dieta, han incrementado sus precios en más de un 40%.
Las expectativas de una mejora se ven lejanas. Las autoridades chinas considerarían un crecimiento del 8% y controlar la inflación en un 4% triunfos indispensables.
Parece que el Gigante Amarillo tenía pies de barro. Será de comer sólo roedores…