Hace semanas que se viene hablando del aumento en la rentabilidad de las materias primas y un cambio en el escenario de la economía mundial a partir de la emergencia de las economías basadas en la exportación de alimentos. Anuncios que han venido acompañados de un aumento, a todas luces desmedido, en el precio de la alimentación. ¿Una consecuencia macroeconómica o de los listillos de siempre?
La Comisión Nacional de la Competencia, tal y como lo describe una nota de Soitu, abrió un expediente para determinar si el sector alimentario ha desarrollado pactos o prácticas parar elevar el precio de productos como el pollo, el pan y el huevo.
Las sospechas surgen de las denuncias de organizaciones de consumidores ante los incrementos de precio que el sector alimenticio viene sufriendo desde el segundo del 2007. Sin embargo, las investigaciones no fueron concluyentes acerca de la manipulación y consensos de los precios, pero si reveló la existencia de “políticas de comunicación”.
Dichas “políticas” demuestran que las asociaciones empresariales leen los diarios económicos y los interpretan a su conveniencia, pues ante el anuncio del incremento en los precios internacionales de las materias primas, decidieron elevar los precios de sus productos antes de que los aumentos anunciados les afecten, y antes incluso de que se hagan realidad.
Una práctica que perjudica a la competencia, entendida como el proceso interempresarial que garantice que los productos lleguen al consumidor al precio más atractivo y justo.
Eso sin mencionar que, en muchos casos, el precio de un producto en su recorrido del productor al consumidor se incrementa en de un 200 a un 500%…