Ya hace cerca de dos años que vengo leyendo y oyendo noticias, opiniones y argumentos en torno a la energía nuclear tendentes a abrir o reanudar el debate sobre la misma o simplemente a su favor con cada vez mayor fuerza cargándose con el paso del tiempo, aparentemente, de mayores razones.
Por tanto, no nos equivoquemos al pensar que este tema surge por motivo de los mayores costes energéticos, en la época de la que hablo el principal factor a favor de la energía nuclear era (y ahora también se usa) su «limpieza» en términos de emisiones de CO2. Actualmente, además, se añade que es una fuente de energía más barata. Tentadores argumentos, desde luego, sobre todo si los simplificamos al extremo cayendo en la precipitación y los eslóganes fáciles.
Si fuésemos prudentes quizá deberíamos plantearnos primero qué hacer con lo que tenemos, centrales y residuos, antes de roturar nuevos territorios vírgenes. También podríamos sopesar la verdadera dimensión de la seguridad de este tipo de emplazamientos, muy puesta en duda no por ecologistas inconscientes sino por los propios gestores en varios países. O estudiar la viabilidad puramente económica y financiera de nuevas industrias que requerirán tanto cuantiosas inversiones iniciales, nada menos que 3.500 millones de euros, en época de vacas flacas crediticias, como amplios horizontes regulatorios (que no tienen otros proyectos) y un completo análisis coste-beneficio no a precios actuales sino en términos de futuro (considerando, respecto a los costes por ejemplo, que los residuos pueden durar 3.000 años sin solución fiable a la vista).
Intento transmitir la idea de que este tipo de decisiones son muy complejas y alambicadas, es decir, que en el fondo son el objeto de deseo de muchos sectores y grupos entre ellos los inevitables y desregulados lobbyes por lo que ante todo no debería ponerse en primera línea en momentos tan «calientes» como los actuales.
Añadiría además un par de ideas que quizá no son lo bastante consideradas: una, que la primera «fuente» de energía a la que podemos acudir, que es inmediata y muy barata se llama ahorro. Y dos, que poner el acento sobre la consecución de energía a bajo coste lanza de nuevo un mal mensaje a la sociedad y va en sentido contrario al que debería: un modelo económico y social diferente más basado en la eficiencia y no tanto en el consumo.
Seguiremos con este tema seguro, hay muchos intereses en juego.
Enlace: El País.