Poco que añadir a las lamentables cifras de desempleo que se han generado en 2008 culminando con un desastroso mes de diciembre. Pasamos los 3 millones de parados y aunque históricamente no es el peor momento porcentualmente hablando sí que debemos reflexionar, una vez más, sobre unas características peculiares de las que adolece nuestro mercado laboral. El futuro pinta negro como bien van vaticinando en diversos medios pero es algo que veremos.
También cabe reseñar que si bien los gobiernos nacional, autonómicos y locales tienen bastante que decir y que explicar a la ciudadanía hay factores propios que recurrentemente aquejan al empleo en España. Hay cierta tendencia a culpar sólo a los políticos, en especial al Presidente del Gobierno como si fuera el único responsable, cuando también hay factores privados (esos que tanto gustan a los liberales de boquilla) muy influyentes y que entran en el terreno sociológico incluso.
Debemos referirnos en primer lugar al modelo productivo español que se ha demostrado, a la postre, muy poco productivo. Consecuencia de ello se ha generado un poso de contratación de baja calidad de muy difícil recolocación así como una precariedad laboral excesiva. El abuso de fórmulas contractuales como el empleo temporal o por obra sólo puede conducir a la destrucción masiva de puestos de trabajo a bajo coste de indemnización. Es intolerable, y debería legislarse fuertemente contra ello, que se sigan usando estas formas de contrato en fraude de ley. Se está destruyendo sobre todo empleo precario que, al contrario de lo que venía sucediendo, no puede absorberse precariamente en otro sitio.
El panorama es feo y lleva camino de empeorar pero no es momento para desanimarse sino para lanzar iniciativas. Esas sí corresponden a los políticos.