Aunque el presidente estadounidense Barack «yes, we can» Obama relativizó el fondo que de blindaje económico tiene su plan de rescate, el Senado ha sido claro en la orientación que desea para la nueva economía americana al condicionar una de las principales medidas de reactivación (la que atañe a la industria automotriz) a la limitación (o virtual prohibición) de las importaciones de acero, lo que se ha dado en llamar «la cláusula Buy American».
Los republicanos siguen fieles a su estilo, y a pesar de la apertura bipartidista de Obama, han demostrado ser malos perdedores y han convertido el paquete de rescate financiero de Obama en un manifiesto político. Su primer mensaje es el de anteponer el mercado interno. El segundo es el de proteger a la élite. Y lo hacen a través de una de las iniciativas más polémicas del paquete de Obama, la que se ha resumido en «Transfiere la casa a tu hermano», y que a grandes rasgos es un crédito impositivo para compradores de casas: los hogares morosos.
El clima festivo de la obamania no ha permitido un análisis de este nuevo regalo a los artífices de las subprime, pero el comercio exterior ya ha lanzado sus primeras pataletas. Al menos en lo que respecta al nuevo hooligan de la economía mundial, Brasil (junto con Argentina, el principal exportador de metales a los EE UU). Su cancillería ya ha anunciado «severas represalias» si esa limitación de la exportaciones se hace realidad.
Dentro de una economía imbricada y interdependiente a nivel mundial, el proteccionismo es contraproducente (en el mismo Estados Unidos, los trabajadores de las empresas que exportan ganan un 20% que los de aquellas que no), pero la política necesita de esa ilusión de «todo por el país» que tan bien cae a los votantes.
Sarkovsy, el presidente de Francia, ha anunciado que también limitará las ayudas a su industria autómotriz a una cláusula similar: sólo si adquieren el acero en el mercado francés.