El ser humano pronuncia cientos de palabras a lo largo del día. Tantas que resulta imposible cuantificarlas. Además de las palabras por nuestra mente también pasan muchos pensamientos. Vivimos centrados en nosotros mismos, tanto que a veces, nos cuesta salir de nuestra individualidad para ponernos en el lugar del otro y en su modo de ver las cosas.
En la comunicación con el jefe o con el resto de compañeros de trabajo se forman nudos basados en malos entendidos y en supuestos alejados de la verdad ya que en el fondo, la verdad que surge en el contexto de una relación está basada en la subjetividad.
Por ello, aprender a escuchar es el primer paso para tener la actitud adecuada a la hora de solucionar un conflicto y mitigar las diferencias. Aprender a escuchar implica humildad y generosidad con el otro. Pero en la medida en que escuchamos con atención podemos también comprender las razones ajenas para actuar de determinada forma. La escucha activa está basada en la asertividad y fomenta el diálogo constructivo. Aprender a escuchar también es una práctica que nos enseña a pensar y meditar las cosas antes de hablar. Todo un arte de sabiduría práctica en el trabajo y en la vida.
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