Baja el superávit

hucha.jpegEl superávit del Estado ha bajado hasta menos de la mitad hasta abril como consecuencia del parón inmobiliario y de la factura energética. Las proyecciones además indican que se acabará el año sin «beneficios» en el mejor de los casos por que es posible que dentro de poco tengamos que enfrentarnos a la decisión de si podemos o debemos incurrir en déficit.

El problema del déficit fiscal es que obliga al Estado a financiarse mediante la emisión de deuda que genera intereses que deben pagarse por supuesto. Esto obliga, a su vez, a que parte de nuestros impuestos sirvan para pagar estas deudas y no otras cosas. Podría pensarse, por tanto, que caer en déficit es malo intrínsecamente pero debe matizarse.

En primer lugar hay que tener en cuenta que los ahorros, en forma de superávit, están para gastarse cuando es imprescindible y que si no se llega a los objetivos no hay nada de malo, en principio, en endeudarse. Aparte los tipos de interés actuales no tienen nada que ver con aquellos de dos cifras que lastraban la deuda pública hace no tanto tiempo. El servicio de la deuda (intereses) no tendría un peso tan determinante y llegado el caso permitirían cambiar el balance cuando el ciclo fuera positivo.

Otra cuestión interesante viene del lado de la elección de los objetivos, es decir, en qué gastar esa futura deuda, si es para actividades productivas e infraestructuras quizá valga la pena teniendo en cuenta siempre hasta dónde es razonable llegar.

Mucho me temo que surgirán voces contra el déficit antes de tiempo, no en vano hasta hace bien poco se valoraba el equilibrio presupuestario como si fuera la clave de todo cuando no debe constituir un objetivo en sí mismo sino sólo un instrumento. La cuestión está a la vuelta de la esquina.

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