El S&P 500 corrige más de un 20% desde máximos, la volatilidad se dispara y los inversores miden el impacto real de los nuevos aranceles entre Estados Unidos y Europa.
Los mercados financieros están viviendo una nueva fase de fuerte estrés, marcada por la caída abrupta de las bolsas, el repunte de la volatilidad y el creciente nerviosismo en torno a los efectos de los nuevos aranceles impulsados por la administración estadounidense. Hasta los mínimos alcanzados en la última sesión, el S&P 500 ha corregido un 21 % desde sus máximos recientes y acumula un retroceso del 16 % en apenas nueve jornadas. La pregunta es clara: ¿ha sido suficiente este ajuste o aún queda recorrido bajista?
El desplome ha venido acompañado por un fuerte aumento en los niveles de negociación, un clima de pesimismo evidente y un repunte de la volatilidad que ya se mueve en zonas de pánico. Factores que, tradicionalmente, marcan suelos de mercado o al menos zonas de alto interés para los inversores a largo plazo. Sin embargo, el ajuste actual aún no ha devuelto a la bolsa estadounidense a niveles históricos atractivos si se mira la prima de riesgo.
Las rentabilidades implícitas —la inversa del PER (Precio/Beneficio) forward— han escalado hasta el 5,4 %, mientras que el bono del Tesoro estadounidense a 10 años se sitúa en torno al 4,2 %, lejos del 3,86 % del viernes pasado. Esta diferencia, aunque mejora las primas de riesgo en la renta variable, todavía se mantiene por debajo de los niveles medios históricos del 2 %. Más aún si se compara con los extremos registrados durante marzo de 2020, en pleno estallido de la pandemia.
Impacto arancelario en el centro del huracán
El desencadenante principal de esta corrección parece ser el deterioro acelerado de las relaciones comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea. La imposición de nuevos aranceles por parte de Washington, que afectan tanto a productos físicos como a potenciales servicios digitales, ha desatado una ola de ventas que no se limita a los sectores más directamente afectados, como la automoción o los bienes de lujo, sino que se ha extendido a todo el mercado, especialmente a las grandes tecnológicas.
Los analistas advierten que el verdadero alcance de estos aranceles aún no está cuantificado, pero el daño psicológico sobre los inversores ya está hecho. La respuesta que pueda dar Bruselas, con propuestas sobre aranceles del 10 % y 25 % a importaciones estadounidenses, podría escalar aún más la tensión. Y mientras tanto, el mercado intenta calibrar los riesgos.
Expectativas empresariales: otra pieza del rompecabezas
Una parte del ajuste podría venir también desde el lado de los beneficios empresariales. La próxima temporada de resultados será clave para evaluar si las compañías pueden mantener sus previsiones en un entorno económico más incierto y con mayores costes de importación. Sin embargo, muchos gestores consideran que un deterioro significativo en las cuentas corporativas no es aún el escenario base, aunque reconocen que la visibilidad a medio plazo es muy baja.
Por ello, los inversores miran con lupa cada dato macroeconómico y cada movimiento en el mercado de bonos. Un bono a 10 años estabilizado cerca del 4,2 % podría ayudar a calmar los ánimos, pero si continúa subiendo, la presión sobre la renta variable persistirá.
El mercado en fase de testeo
Una cosa está clara: los mercados aguantan mucho menos en el pánico que en la complacencia. La rotación de carteras es rápida y los flujos de capital se han tornado defensivos. En este contexto, las próximas sesiones serán determinantes para identificar cuántos inversores están dispuestos a mantener posiciones y cuánto papel queda aún por salir.
En este escenario de alta volatilidad, la cautela domina, pero también comienzan a aparecer voces que advierten de oportunidades puntuales para perfiles más agresivos. El mapa de revalorización acumulada en el año (YTD), basado en uno de Morningstar, muestra un giro claro hacia sectores defensivos y valores con alta generación de caja.
Mientras tanto, el mercado sigue calibrando riesgos, y el equilibrio entre geopolítica, resultados empresariales y tipos de interés marcará el rumbo en las próximas semanas. La tormenta no ha amainado aún, pero el radar ya apunta zonas de posible aterrizaje.
