No me he podido resistir a comentar un aspecto que me parece fundamental cuando hablamos de la dinámica empresarial lindando con la tributaria. Suele ocurrir que un empresario, dá igual la modalidad o el tamaño, primero piensa en su negocio (lo cual está muy bien) y después se preocupa de la forma sin darse cuenta que ambas cosas van unidas. Si a esto le sumamos la importancia residual que a menudo se le concede al asunto tributario, salvo cuando llega el momento de liquidarle a Hacienda y la cosa ya no tiene remedio, podemos deducir algunas consecuencias.
No es la primera vez que a uno le traen los «deberes hechos» y con poco margen de maniobra. El empresario ha dado los pasos previos, incluso puede haber realizado declaraciones tributarias, pero llegado el plazo para cerrar ejercicio se encuentra con que desconoce muchos aspectos, y no sólo formales, que le impiden seguir adelante. Gran error pretender ahorrarse unos euros en asesores para luego gastar más y con mayor coste fiscal.
Un empresario, autónomo, profesional, artista o administrador de una sociedad, debe ser consciente de su cometido y dejar el resto de aspectos en manos expertas y, además, esta decisión debe materializarse desde el mismo momento en el que surge la posibilidad de entrar en el mundo de los negocios. Y no pensar que todos sabemos de todo.
Luego pasa lo que pasa.