Hay una paradoja temporal cuando se ve a un funcionario, de los de 8 a 15 de lunes a viernes, entrando un domingo en un centro comercial a comprar o no. ¿Acaso no han tenido tiempo suficiente para realizar sus compras en su tiempo libre?. ¿No estaría igual de bien y darían mejor servicio si las administraciones también abrieran sus puertas los fines de semana?.
Surgen estas preguntas a raíz de un post de Onésimo Álvarez-Moro (enlace más abajo) en el que clama contra las intenciones de banca y sindicatos respecto a reducir los días de apertura al público en su nuevo convenio. Le parece mal al autor esta posibilidad ya que considera que abrir los sábados, como hasta ahora, suponía una ventaja para los consumidores. Sin embargo, este recorte de días tiene la contrapartida de mayor flexibilidad laboral de lunes a viernes. Y en general, es preciso preguntarse sobre la incidencia que la idea de libertad de horario tiene sobre los trabajadores.
Para mí no es cierto que por tener el comercio o la sucursal abierta más fechas al año con ello te den un mejor servicio, éste depende de otros factores que están a la vista de todos: buen precio, atención personalizada, posibilidad de devolución sin costes ni cortapisas, …
Tampoco hay una traslación directa entre liberalidad horaria y competencia o precios bajos. Quienes mejor pueden afrontar una desregulación de este tipo son las grandes superficies comerciales, los bancos no hay ni que considerarlos cuando se habla de competencia, que no varían sus políticas de oferta al consumidor con este motivo sino por otros: como los artículos ofrecidos al coste para atraer al público y ganar con los «mixes» de diversos productos, es decir, el televisor vale su precio de costo pero el DVD, el cable, el sintonizador de TDT y las patatas dejan un margen conjunto del 30 ó 40%, por ejemplo.
Por no hablar de la presunta creación de empleo que no es tal sino una reordenación del personal para cubrir los puestos sin ampliar plantilla salvo con trabajadores en prácticas mal remunerados, peor preparados y sin motivación. Lo que va también en contra del servicio al consumidor.
Y no olvidemos la premisa fundamental y es que todos tenemos derecho al descanso y a disfrutar de la vida familiar o del ocio cuando también lo hace la mayoría de la población, o sea, los fines de semana.
Además, si todos estamos trabajando todo el rato, ¿quién va a consumir?.
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