En el nombre de los mercados

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Parece últimamente que la política económica mundial, debiera realizarse en función de las necesidades o peticiones de los mercados. Los gobiernos se escudan en los mercados, para justificar sus decisiones, sin que nadie sepa a ciencia cierta que es lo que realmente quieren los mercados. Son muchos los que se erigen en portavoces de los mercados, como si tuvieran un contacto directo con ellos o conocieran realmente sus opiniones y motivaciones, pero ninguno de ellos goza de representatividad real alguna.

Sinceramente, esto me recuerda demasiado a los sumos sacerdotes o chamanes de antiguas civilizaciones, que decían tener contacto con los dioses. Los “elegidos” para hablar con el Dios de turno, contaban a sus líderes lo que supuestamente la deidad les había contado y se actuaba según sus deseos.

En base a este sistema, se sacrificaban animales o personas, se decidía si se debía hacer una guerra o como y cuando se debía cultivar ese año. Curiosamente los dioses nunca decían nada que pudiera perjudicar a los sacerdotes, su estatus o su poder, muy al contrario, tendían a favorecerlos frecuentemente.

Igual que esos sacerdotes no hablaban con ningún Dios, ningún supuesto experto habla con los mercados, ni los conoce en profundidad. Pero igual que hacían en la antigüedad, los expertos tienden a decir que los mercados están pidiendo aquello que a ellos les pudiera beneficiar. Además, en lugar de existir un solo sumo sacerdote, que habla con Dios, en nuestra civilización hay miles de iluminados, que dicen estar en contacto directo con los mercados.

Hay otros grupos de nuestra sociedad, que también velan por sus intereses en política económica, como los empresarios, los trabajadores, los jubilados, los jóvenes… Pero estos se suelen agrupar en asociaciones, más o menos representativas, que eligen a sus líderes y que ejercen como portavoces del grupo.

Los mercados no tienen ni asociación, ni dirigentes reconocibles, ni portavoz oficial. Hasta las religiones actuales tienen líderes, que nos cuentan cuales son los deseos de su Dios para nuestra sociedad, pero los mercados, que son los que parecen gobernar actualmente el mundo, se permiten hacerlo sin tener una cabeza visible, ni un discurso coherente y estructurado.

Curiosamente los mercados, nunca piden una reforma de los mercados, que evite que se vuelvan a vender productos financieros fraudulentos o se sigan produciendo movimientos especulativos perjudiciales para la economía real.

Convencionalmente se piensa, que tras un estudio profundo del comportamiento de los mercados, se puede deducir cuales son sus necesidades y a que estímulos responden. Pero en esta crisis que nos ocupa, han quedado bastante demostrados los brotes de esquizofrenia, irracionalidad o histerismo que afectan a los mercados con cierta frecuencia.

No resulta nada racional, que unos valores coticen a un precio en Febrero, un 20% menos en Marzo, un 8% más en Abril y un17% menos en Mayo. Los records de mayores subidas y bajadas de las bolsas en los últimos meses, no hacen más que confirmar que los mercados no responden racionalmente a las circunstancias reales de la economía, más bien parece que siguieran otros designios más elevados, que los mortales no somos siempre capaces de comprender.

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