Aunque los analistas nos han pintado una crisis que parece haber nacido y que esperamos sucumba con la desacelaración hipotecaria y la perdida de fuelle del ladrillo, lo cierto es que el panorama actual es fruto de una suma de factores y de culpas compartidas (y no siempre bien asumidas). Y hoy ha quedado a a la luz otro de los eslabones de la cadena: la presión impositiva.
Mientras la presión fiscal (lo deberes impositivos de la empresas y particulares) en la Unión Europea disminuyo más de un 1% en los últimos cuatros años, en España creció el triple, por encima del 2,9%, lo que situa la recaudación como el 41% del PIB. Junto con Portugal, somos el país donde más han crecido los deberes con Hacienda.
A pesar ello, y aunque estamos por debajo de la media europea en este renglón a pesar del incremento (44% del PIB), de la noticia se desprende un dato que deja helado al más optimista: aunque se recaba menos que en el resto de Europa, un trabajador español medio dedica 130 días del año a pagar sus deudas con Hacienda. Una familia tipo, con dos hijos, destina casi un 33% de sus ingresos al pago de Impuestos.
El Estado no sólo ha demostrado ser ineficiente en términos de administración de la riqueza: también se ha convertido en un club muy caro.