Le puede ocurrir a cualquiera. Te invitan a una cervecita en casa de un amigo y ves cosas (económicas) que te sitúan en la tesitura de hablar o callar, siendo más sabio lo segundo seguramente. Tu amigo se acaba de comprar hace apenas un par de meses una televisión enorme, plana y de última generación. Presume de ella, ¿por qué no?, y le ha servido de excusa para contratar un canal de tv vía internet. Ya sabéis cuál.
Pero, bajo este panorama idílico, de ahí la foto, este sujeto ha tomado decisiones inadecuadas y, sin embargo, evidentes. El aparato en cuestión no tiene integrado el descodificador de TDT por lo que ha tenido que contratarlo con el propio canal ya que además su comunidad todavía no se ha adaptado a lo digital. ¿El coste?, 9 euros al mes más IVA.
No se trata sólo de que podrá comprarse el dichoso descodificador sino que adquirió la televisión LCD, plasma o lo que sea, sin tener en cuenta un aspecto básico como es que pueda funcionar sin el aparato sabiendo que es inevitable el apagón analógico.
Esta historia sirve, quizá, para poner el acento en que debemos amortiguar nuestras expectativas y deseos con altas dosis de racionalidad y análisis. Una mala decisión significa que tu inversión puede ser menos eficiente de lo que debería. Sólo queda aprender.