Hay algo peor que un incapaz y es un ignorante que dice o hace algo pese a no conocer nada del asunto. Dentro de la cualidad de la ignorancia se esconde la de incapacidad por lo que una engloba a la otra.
De todos son conocidas las manifestaciones del líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, respecto al cambio climático en las que no consideraba este asunto como un problema de primer nivel. Pasaremos por encima lo rudimentario de unos razonamientos muy escasitos intelectualmente hablando y, en su lugar, acojamos este debate hasta llegar a conclusiones económicas a ser posible.
Pese a que la enorme mayoría de la opinión pública y científica mantiene un cierto consenso respecto a la veracidad de un peligro derivado del calentamiento terrestre, también hay voces discordantes que, sin embargo, han ido derivando desde la negación hasta la relativización. Se empezó negando que existiera el problema y se continúa aduciendo que no hay datos objetivos para afirmarlo. Pecata minuta en todo caso.
Prácticamente todos tenemos cierta memoria climática que nos indica la evolución de los fenómenos atmosféricos y debo decir, por mi parte, que estoy seguro del cambio de la climatología y que éste cada vez se produce de manera más rápida. Junto a ello hay datos e indicios de lo más variopinto que lo afirman como, por ejemplo, que las cosechas de vino han variado su nivel de alcohol por causa de una mayor calidez en el ambiente hasta el punto de que las bodegas buscan ahora terrenos más elevados para plantar las viñas.
Pero lo determinante para un político, un empresario o un ciudadano debería ser la sola existencia de la posibilidad de que así sea. Prudencia se le ha llamado toda la vida. Y, ante ello, debemos posicionarnos todos sabiendo no sólo comportarnos cívicamente sino también dónde invertir y en qué horizonte temporal por mencionar un elemento económico afectado. Problemas complejos que no pueden resolverse con acertijos facilones. Casi nada.