Existen, a mi juicio, dos tendencias en cuanto a la estrategia para combatir el cambio climático y cumplir con las exigencias del protocolo de Kyoto: la energía nuclear y las energias renovables o limpias.
La opción por una u otras depende ahora mismo de las decisiones nacionales en función de la presión de los lobbys, energéticos o ecológicos. Sin embargo, parece que la inversión en este campo y en el del agua, siguiente bien que empezará a demostrar su escasez, cobrarán importancia creciente. No obstante, debemos considerar que el mercado de la energía es complejo, ya lo habíamos comentado en otra ocasión, donde no sólo se trata de crear o generar cada vez más kilovatios/hora sino también aprovechar al máximo los que ya están disponibles.
Al compás de la importancia que tiene el problema energético ya hay empresas dispuestas a rentabilizarlo invirtiendo no sólo en los aspectos de la generación sino también en tecnologías destinadas a cuestiones igualmente importantes como es ganar en eficiencia.
Cara, por tanto, a plantearnos una inversión en este campo conviene que sepamos distinguir si los fondos van destinados a la generación o a los instrumentos colaterales igualmente de relevantes. La diferencia no es sólo de concepto sino también de rentabilidad final de la inversión.