Al final no fue el gobierno de Zapatero quien inició el debate sobre la reforma laboral. El trabajo sucio de fijar el nuevo sacrificio a entregar en aras de la macoeconomía ha correspondido a Angela Merkel, la canciller alemana que nos visitó la semana pasada para dar por buenas las medidas emprendidas por el ejecutivo español para enfrentar la crisis.
Merkel señaló, entre las cosas podría instituir para hacer mejor las cosas, “fijar los salarios a la productividad”, lo que en palabras así no parece todo lo telúrico que es en realidad: Alemania quiere que los sueldos españoles se fijen bajo un barómetro muy distinto al actual, ya no decidido por el gobierno y sindicatos tomando en cuenta la infalción, sino por las empresas y basado en ese vago concepto de la “productividad”.
Ya se escuchan las primeras voces que opinan sobre el tema, y que rechazan o piden revisar la sugerencia de la Merkel. Lo preocupante es que mientras Zapatero parecía haber dado por terminada la polémica señalando que el tema de los salarios es y seguirá siendo una “negociación colectiva”, el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, ha indicado que sería deseable vincular más el tema de la productividad en los salarios.
¿Quién y cómo va a decidir el monto de los salarios en España?