Las consecuencias de la huelga: olvidemos los limones.
La cadena de producción, con sus numerosos intermediarios, eleva el costo de los alimentos al punto de que el productor se mantiene con una rentabilidad que apenas le permite sobrevivir como empresa y el consumidor recibe bienes cada vez más caros. La cadena es tan sensible que cualquier alteración del proceso puede llevar al desastre, en particular en un momento en que precio de los alimentos sufre una escalada que no sabemos a dónde va a parar. Alteraciones como la reciente huelga de transportistas.
Es vital que los trabajadores y actores del proceso productivo, con todo el derecho del mundo de luchar por sus fuentes de trabajo, encuentren otros canales de protesta que no sacudan el delicado tejido de la red especulativa en la que nos movemos todos.
Porque verá usted, amigo transportista: no sólo la huelga dejo un par de muertos (de su gremio), ocasiones graves lesiones en la vida y la convivencia social, elevó el descrédito sindical y provocó desabasto, sino que lejos de servir para sus fines, no sólo no bajo el precio de los combustibles, sino que además nos obligará (con nuestros impuestos) a pagar una serie de prebendas que nos suenan más a clientelismo que a soluciones reales y, aunque usted no lo crea, nos va a llevar a una epidemia de escorbuto.
Porque debido a la huelga se han disparado los precios de los alimentos (de nueva cuenta), y nos podemos olvidar del pan naturista (la harina de trigo ha subido un 29%), renunciar a las frituras (el aceite de girasol es un 45% más caro) y vivir, como el poema de Hernández, a pura cebolla (uno de los contados productos que bajaron su precio: un 11%)… pero olvidarnos de los limones… ¿Cómo nos vamos a dotar de vitamina C si cuestan un 65% más caros?
Ya sonreiremos todos con las encias negras, que ¡España es campeón!