Necesitamos mejor gobierno, sino habrá peores crisis

bandolero

Hay un anuncio en televisión que sostiene las bondades de tener la memoria de un pez, de esa forma todo sería nuevo y seguramente fascinante. Yo tengo un pez y creo que tienen más memoria de lo que se piensa, por lo menos cuando llega la hora de comer. El mismo anuncio podría hacerse pero en lugar de poner como ejemplo a un pez podría ser cualquiera de los liberales, neoliberales o neocon que siguen enseñando la patita cada vez con mayor valentía. Hacen bien en sostener sus teorías pese a haber fracasado sin llegar a la plenitud: la memoria colectiva dura menos que sus fundamentalismos.

La obsesión liberal es eliminar casi cualquier rastro de gobierno en la economía ya que su papel, sostienen, es simplemente malo por no decir peor o demoníaco, es decir, keynesiano y soviético para más INRI. Que consten un par de cosas, aunque lo parezca no disfruto teniendo que rebatir artículos como el que me motiva estas humildes palabras y, dos, que no sólo no pretendo sino que sé que no voy a convercer al autor más que nada porque creo que sería inútil ya que en su plantemiento intelectual son fundamentalistas.

Cabe dejar sentadas algunas cosillas sin importancia antes de afrontar el debate. No se debe olvidar que los gobiernos, aún los malos, si son elegidos democráticamente representan a los ciudadanos y que a través de ellos pueden las personas decidir cómo quieren que sea la sociedad en la que viven siendo la economía una parte de ese magma social. Cierto es que no hay gobiernos perfectos ni democracia sin tacha como tampoco todos los empresarios piensan en términos de competencia perfecta y respeto al consumidor.

Y es que el gobierno no es un ente abstracto nacido sin padre ni madre, proviene de las urnas. Qué fácil se les olvida a algunos esa tontería de la democracia inventada por los griegos, no por Keynes ni Lenin. Sin duda sería mejor que las decisiones se tomasen a través de la «mano invisible», ese mito onanista del liberalismo, o en una agradable cena de unos pocos elegidos mientras anochece en la plantación y los Madoff de turno cuentan graciosas anécdotas regadas con buen vino. No es baladí aludir a la democracia que debe extenderse a la propia economía ya que se trata de una actividad humana.

No sé si debe haber más o menos gobierno, no me obsesionan los tamaños, pero considero imprescindible que éste sea fuerte, eficaz, transparente y democrático. Relegar el papel del Estado, es decir de todos nosotros, a un mero regulador, brazo armado de la ley y casa de beneficiencia supone retroceder a la Edad Media social y económica. Sin aclarar quién y cómo determinaría el nivel mínimo de regulación, en base a qué principios se elaborarían las leyes y por qué el sector público sólo debe servir para asisitir a los pobres que lo son, desde luego, porque quieren y se vive mejor.

Los políticos, que como bien sabemos crecen en los árboles, tienen la obsesión de entrometerse en la economía porque lo llevan pegado en el ADN ya que incluso cuando más han desregulado se han quedado cortos y encima lo han hecho mal. Lo bueno de la teoría es que nunca falla y siempre se puede decir que el liberalismo no ha fallado porque nunca se ha implantado de verdad. Lo mismo podría decirse del comunismo o del nazismo.

Pensaba que esta crisis podría suponer el último aliento de ese esperpento neoliberal que ha sido el responsable de tantos desastres, creía que la evidencia de la existencia de distorsiones en los propios mercados avalaría la necesidad de la regulación, me ilusioné con la posibilidad de un cambio sobre las cenizas del liberalismo depredador que no colma las expectativas humanas. Me equivoqué, ellos siguen aquí, esperando, ganando siempre.

Scroll al inicio