Patrimonio de nadie

pagare.jpgLa última propuesta del presidente del Gobierno de España consistente en suprimir el Impuesto sobre el Patrimonio si gana las próximas elecciones, verdadero motivo para proponer ahora este tema, junto a la idea lanzada por el otro candidato efectivo a la Presidencia, Mariano Rajoy, con similar intención de convencimiento pre-electoral y asimismo redundante en cuanto a la supresión de impuestos, va a tener el efecto, innegable por mucho que queramos engañarnos, de «adelgazar» el sistema fiscal español sin que sea posible atisbar la consecuencia final de esta tendencia impositivo-suicida. Mal panorama se dibuja.

No se trata de negar la pertinencia o no de estas posibles medidas sino de denunciar, como bien hacen en El País, la falta de debate en torno a promesas que, caso de llevarse a cabo, tendría importantes consecuencias. Se suele recurrir al argumento, en parte falaz, de que al bajar impuestos se estimula la actividad económica y de este modo se acaba recaudando lo mismo o más. Es lo que se llama la curva de Laffer que goza del inconveniente de que no se conocen a ciencia cierta sus parámetros óptimos y sí se saben algunos efectos prácticos llevados a cabo por Ronald Reagan, tan querido y añorado por los neocon, que dejó las cuentas del país vacías hasta que llegó Clinton.

A este paso únicamente pueden triunfar los mensajes y promesas tendentes a bajar impuestos cuando debería promocionarse el debate sobre si cambiarlos, arriba o abajo, y qué servicios y bienes se dan a cambio. Otra medida que se tomó por las bravas hace no tanto tiempo fue la supresión del servicio militar obligatorio (cosa que me alegró pese a ser de los últimos en cumplir con la patria) lo que trajo consigo la escasez de soldados y efectivos poniendo en peligro buena parte de los objetivos de defensa. Y, sin embargo, seguimos sin aprender.

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