Perla es una presa canaria de cinco años de casi cuarenta kilos que cuida con mimo mi vecino del rellano. Perla tiene la mirada lánguida de los perros que parecen que nunca han roto un plato.
Y Perla nunca lo ha hecho, pero por su porte, por la robustez de su cuerpo y por su mandíbula, la perra es considerada como una de las razas de canes consideradas potencialmente peligrosas para las compañías de seguros.
No hace falta que el animal tenga un comportamiento agresivo, su potencial para hacer daño simplemente jugando es un hecho que salta a la vista. Una ley de finales de 1999 obliga en España a que se contrate un seguro de mascotas para Perla y para todos los perros que pueden ser potencialmente peligrosos.
Las compañías de seguros tienen su propia lista en la que se incluyen a todos los perros duros del barrio: El dogo del Tibet, el Fila brasileiro, el mastín napolitano, el presa mallorquín, el Rottweiller, el american Staffordshire, el pit bull terrier, el dogo de Burdeos, el tosa inu, el doberman, el staffordchire bull terrier y la raza de Perla, el presa canario.
Para todos estos animales, es obligatoria la contratación de un seguro de mascotas, un seguro de responsabilidad civil con una póliza no inferior a los 120.000 euros, su inclusión en un registro municipal y que su propietario tenga una licencia también del ayuntamiento que autorice la tenencia del perro.
Pero por encima de lo que afecta al mismo animal, lo que me llama la atención del régimen legal de tenencia de estos perros es que también se ponga cuidado en que la potencialidad peligrosa no esté en el perro, sino en el mismo dueño.
La ley exige que su propietario debe ser mayor de edad, no debe tener antecedentes penales y tener capacidad física y aptitudes psicológicas para manejar al perro, demostrables con un certificado médico.
Sabiendo ésto, ahora cada vez que me cruzo por la calle con uno de estos perros, le echo un vistazo a la mandíbula y al porte del animal, pero también a los andares de sus dueños.