Préstamos ICO, el banco público

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Ha saltado la noticia de que el gobierno pretende que el Instituto de Crédito Oficial (ICO) se convierta en concesionario directo de préstamos en 2010 evitando así en gran medida la intermediación financiera de las entidades privadas. La reacción de los de siempre no se ha hecho esperar: es una mala idea, arriesgada, ineficiente y cara dado que lo hace «lo público». y ahí nos encontramos a Remo, multiredactor en el blog salmón o pymesyautónomos, o los enigmáticos gurús de gurusblog (valga la redundancia). Ya vale.

Partamos de la situación inicial. Si sólo se ha concedido financiación a razón de menos del 40% de los fondos disponibles y de ello son responsables las entidades financieras al uso entonces existe un problema que requiere solución. A los bancos y cajas no se les puede obligar a dar créditos pero de ahí a que encima jueguen ventajosamente con el dinero de todos media un abismo. En un juego donde uno de los jugadores sólo puede perder o mantenerse igual en el mejor de los casos (el ICO) mientras el otro jugador gana casi seguro o no pierde en el peor (bancos y cajas) no puede haber un resultado justo.

Se pone como error que el nivel de riesgo a asumir por parte del ICO-BancoPúblico no será conocido. Tampoco lo es en el caso de las entidades privadas que convierten en un infierno la petición si quieren sin que se sepa qué parámetros siguen y que se parapetan tras la entelequia de la unidad de riesgos oportuna.

Se contrapone que los impagados van a correr de cuenta del ICO cuando ahora mismo este organismo asume los avales y el respaldo también pagando además los intereses. Y se alude a la posible inficiencia pública, en definitiva, como si los inestables bancos y las agujereadas cajas no hubieran cometido las barbaridades que han cometido. La ineficiencia es privada en este caso.

Me temo que se trata de lo mismo de siempre agudizado desde hace un tiempo: no sólo es que lo público es malo y da problemas sino que además este gobierno lo va a empeorar.

Pudiera ser que encima tuvieran razón sin querer.

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