Antes de nada quiero valorar enormemente que haya debate en torno a la imposición fiscal y que además éste se salga de los habituales carriles de «a ver quién baja más impuestos». En este sentido es de enorme interés el artículo de Miguel Sebastián, figura económica valiosa depredada por la política, en el País. Me he tomado algún tiempo en pensar sobre sus ideas porque los debates de calado merecen algún tiempo de reflexión.
Argumenta el autor un par de realidades que ya de por sí deberían suscitar una reacción. Por un lado, que el sistema impositivo español carece en la práctica de la progresividad que pregona y, por otro, que ha sido el gasto social el responsable de la redistribución de la riqueza en España en los últimos 25 años. Totalmente de acuerdo junto a la sensación cierta de que somos casi en exclusiva los asalariados los que soportamos el esfuerzo fiscal por lo que me reafirmo en mi desconfianza ante propuestas que sólo redundan en rebajar los impuestos directos.
Frente a estas realidades, Sebastián sostiene que la implantación de un tipo único en el IRPF con una amplia base exenta sería un adecuado instrumento para ayudar a que el sistema gane en progresividad al tiempo que se mantendría el principio de suficiencia financiera. Estoy en sintonía con él cuando dice que esta medida no puede calificarse de poco progresista sino al contrario pero considero que se deja en el tintero dos cuestiones importantes: el tratamiento de los impuestos indirectos, sobre los que se apoyan los mismos que se jactan de bajar impuestos (directos), y las medidas para evitar que la ingeniería fiscal y financiera prive a las arcas públicas (=todos) de más dinero con el que acometer más gastos.
Se trata el artículo e ideas del ex-director de la Oficina Económica de Moncloa, en todo caso, de una línea argumental de enorme valor si queremos arreglar los problemas que muy bien expone. Ahora vamos a compararlo con los vacíos mensajes electorales y a ver cuál nos convence más.
Artículo: El tipo único es más justo y eficiente.