La manía de crear proyectos megalómanos suele tener éxito porque contrariamente a lo que se piense es más fácil construir una versión manchega de Las Vegas que otra de Silicon Valley por no hablar de que intentar crear un auténtico polo de inversión distribuido por todo un territorio necesitado de impulso sostenible y sostenido no luce tanto como los presuntos millones de visitantes y turistas. Nada nuevo bajo el sol salvo recursos perdidos o poco aprovechados.
Seguramente sea porque los humanos somos vagos por naturaleza o porque pensamos más en el corto plazo, pero aún así hay que decir que tiene más mérito buscar a cien inversores que a uno aunque haya que esperar años para que fructifiquen.
Cuando hay alarma porque el crecimiento se queda en cifras modestas antes deberíamos cuestionar la calidad de esa cifra. Crecer mucho a base de lo siempre, la construcción y el turismo de sol y playa o esta nueva modalidad hortera de casinos y spas, significa mucho menos que crecer mediante actividades que proporcionan valor añadido, que propician la innovación, la investigación y el desarrollo, lo que permite acumular capitales que se reinvierten y retroalimentan haciendo más grande el ciclo.
Seguimos en las antípodas del camino correcto pero mientras haya espacio y ganas de dar el pelotazo habrá nuevos proyectos de este tipo. ¿Y después qué?, la nada.
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