Soy un amante de las consolas de videojuegos, me gusta jugar aunque mis inclinaciones no sean más que las clásicas, sobre todo deportes. Pero es que aparte del entretenimiento que me proporciona, y eso que no dispongo del tiempo necesario, estos juegos interactivos tienen muchas ventajas: relajan, estimulan y desestresan.
En la anterior generación de estas máquinas me decanté por una opción minoritaria, Dreamcast de Sega, aconsejado por unos amigos más entendidos que yo. Y me gustó mucho aunque ya digo que seguramente no le saqué el partido que merecía. Pero ha acabado arrinconada quizá porque las consolas también tienen un ciclo de vida o puede ser que mediatizado por la llegada de una nueva evolución en esta industria. Lo más seguro es que haya sido porque no dispongo del tiempo necesario como para disfrutar de un juego en toda su extensión, mis necesidades han cambiado hacia actividades que requieren menos tiempo, que sean más explosivas o que pueda llevármelo encima para utilizarlo en cualquier momento.
Así es que he tomado decisiones que considero, modestamente, racionales: adquirir tanto la Nintendo DS como una Wii. Con la primera gano portabilidad mientras que con la segunda jugabilidad. Me encanta el concepto que se desprende de esta última y lo que de innovación tiene. Claramente han acertado y han conseguido ocupar un segmento que a la vista de los datos es muy importante consiguiendo ser ya la primera en ventas adelantando a sus competidores con una idea muy diferente. Vaticino que las otras acabarán siguiéndola. Y sino al tiempo.