La ortodoxia económica sostiene que con aumentos del tipo de interés, en este caso el temido Euribor, el IPC baja porque el dinero se vuelve más caro y se retrae el consumo lo que tira, por tanto, de los precios hacia abajo. Más o menos es así.
Sin embargo, sobre estos indicadores pesan muchas veces otros componentes que matizan sus comportamientos respectivos por lo que puede darse que ambos suban a la vez o no. Y estas pequeñas paradojas se dan con mayor frecuencia desde que la política monetaria dejó de ser un instrumento económico de primer nivel.
Lo cierto es que el Euribor ha vuelto a subir, por vigésima vez consecutiva, lo que sigue encareciendo las hipotecas teniendo en cuenta, además, que el 98% de las mismas están referenciadas a tipo variable. Y aquí existe un peligro latente para bancos y cajas, que anuncian el endurecimiento de las condiciones para concederlas como si antes las regalasen por cierto, por el creciente riesgo de morosidad, práctica que hasta ahora estaba en niveles bajísimos.
Por otro lado, y en cuanto al IPC, tengamos en cuenta que se ha dado el índice adelantado al que habrá que añadir los componentes que lo forman en el sentido de que si la rebaja proviene de los precios petrolíferos, que inciden en el resto de productos de la cesta de la compra, quizá incluso el índice sea menor de lo anticipado. Más difícil resulta vaticinar si los precios seguirán al alza o no pero de momento se sitúa en un moderado 2,4%.
Y, sin embargo, el consumo continúa teniendo buen pulso lo cual es buena noticia para España mientras no aumentemos nuestra competitividad y las exportaciones, asunto que no deberíamos tardar en abordar. Mientras tanto, sigamos sufriendo nuestras hipotecas a la que ya dedica mucha gente hasta el 70% de su sueldo.
Como diría una persona cualquiera, o las hipotecas son muy caras o los sueldos son muy bajos, ¿no?.