El grito de Tarzán no ha podido ser registrado, de momento, como marca en Europa al ser rechazado por la Oficina para la Armonización del Mercado Interior (OAMI) después de diez años de ligitio con los herederos del creador del personaje, E.R.Burroughs. Hace unos años ocurrió algo similar con el sonido de las Harley Davidson en un intento porque no fuera copiado por algunas marcas japonesas. El argumento principal en el caso que nos ocupa es el de que no es posible pasar dicho sonido, que a todos nos evoca al nadador Weissmuller, a notas musicales reconocibles salvo a través de un espectrograma gráfico.
Mi impresión personal gira en torno a un doble sentimiento ya que no veo imprudente que se intente registrar algo tan peculiar, que además proporcionaría una fortuna a sus presuntos propietarios, y que va unido a una historia ya registrada a su vez. Pero veo peligroso abrir la «caja de Pandora» que supondría permitir un registro de sonidos u otros «bienes inmateriales» sin seguir unas pautas rigurosas y que incentivaría, por ejemplo, que alguien pusiera en cuestión de registro el arrullo de un animal o hasta el mismo titilar de las estrellas.
Además, considero que hay ciertas cosas, físicas o no, que forman parte del conocimiento y acerbo cultural de toda la Humanidad entre lo que contaría el grito del «hombre mono». Que no se corte el acceso al patrimonio de todos debería ser también una razón de peso que, hasta ahora, no se ha manejado. Sólo vale el dinero.