A mí con la publicidad me ocurre lo que les pasaba a los caldereros, síndrome o enfermedad del calderero creo que se llama, que de tanto oir el mismo soniquete al final no capto nada. Y no es un problema de saturación, ya que le doy al zaping de manera continua y compulsiva, más bien puede ser que por el mero hecho de ser publicidad casi nunca me la creo pese a que reconozco que tiene efectividad, en ocasiones incluso en mí.
La manera en la que se mide la efectividad de la «cara» de una campaña también me despierta dudas pero en principio vamos a creernoslo. Resulta que Alonso es, en letras de El País, un «filón publicitario» al que no le ha afectado nada la tormentosa temporada en McLaren permaneciendo en el recuerdo de hombres de 25 a 54 años y de clase alta. Tampoco es que sea el segmento mayoritario de consumidores pero sí los que más gastan.
Más curioso es que las compañías que menos han invertido, más han rentabilizado su inversión. A lo mejor algún experto en marketing nos lo puede explicar.
Vía: El País.