Cada vez que veo la película «El mundo en sus manos» pienso, como casi cualquiera, que los rusos fueron bastante torpes vendiendo Alaska a los Estados Unidos en 1867 y además por un precio irrisorio para los parámetros actuales: los 7,2 millones de dólares de entonces serían hoy día apenas 91 (algo más de 60 millones de euros).
El problema está en que miramos la transacción con los ojos de hoy, sabiendo lo que sabemos actualmente, y no a través de las circunstancias de aquel momento. No sólo fue razonable que Rusia vendiera lo que sonsideraba, ellos y todo el mundo cabe decir, como un desierto helado sin provecho, sino que también Estados Unidos hizo bien adquiriendo nuevos territorios próximos geográficamente y colindantes a los del Imperio Británico. Fue una venta estratégica basada en variables de oportunidad y no comerciales o económicos.
También producen cierta gracia el menosprecio que recibieron los impulsores de esta adquisición en la Unión americana mientras se agradeció sobremanera a los vendedores sus gestiones con rentas vitalicias incluso. La conclusión es que aunque nadie tiene una bola de cristal para saber si en un futuro obtendremos rentabilidad de una compra o de una venta sí hay que valorar en términos futuros cualquier decisión. Si el Imperio Ruso hubiera sabido el potencial de aquellos territorios seguramente hubiera considerado el gasto militar asociado a su defensa como una inversión y no como un gasto. Con la información de aquel momento esa partida era descabellada no obstante.
Y, desde luego, la lección a extraer es que tampoco hay que burlarse de los visionarios. Aunque se equivoquen.
Enlace: la compra de Alaska.